domingo, 12 de octubre de 2014

Jóvenes investigadores

Esta semana he asistido como invitado a las X Jornadas de Jóvenes Investigadores de Albacete y lo mínimo que puedo hacer es colgar en este blog una entrada acerca de la enorme satisfacción que me ha supuesto poder estar allí. Son admirables la simpatía, la amabilidad, la dedicación, el interés y la transcendencia derrochada por estos muchachos para sacar adelante las jornadas, sus propias carreras y la Ciencia en general desde este remoto sitio de Castilla-La Mancha que pocos españoles y poquísimos extranjeros conocen. Estoy convencido de que su esfuerzo a lo largo de estos años no caerá en saco roto; de momento, científicos tan relevantes como Bengt Winbland en esta ocasión y otros que le han precedido en ediciones anteriores se han ido llevando de vuelta a sus laboratorios de excelencia la mejor de las impresiones sobre el entusiasmo de los científicos jóvenes españoles, quienes desde la escasez y hasta la debacle de los recortes sin fin mantienen su vocación y su esperanza. Estamos en una sociedad podrida por la corrupción en la que se ha visto cómo un único consejero de Caja Madrid era capaz de dilapidar en beneficio propio, en una sola tarde y en negro, el equivalente a un proyecto de investigación sobre el cáncer de tres años de duración; una sociedad en la que, en plena crisis, un único banquero ha podido recibir dinero público en concepto de indemnización por cese de actividad en una cantidad equivalente al salario anual de cientos de becarios predoctorales, sin hablar de pensiones vitalicias. Un escenario ciertamente asqueroso en el que encontrar personas honestas que buscan ganarse la vida con su propio esfuerzo y construyendo además conocimiento en beneficio de la humanidad resulta un hecho más que reconfortante. Ánimo chavales, que llegaréis y además lo haréis muy lejos.

sábado, 8 de febrero de 2014

Siguiendo la estela de la salud

Un viernes por la noche en el Pirineo, hace poco, conocí a un médico que trabaja actualmente en el Hospital Clínic de Barcelona. Una institución que, como otras muchas catalanas, está entre las pioneras de nuestro país en distintos ámbitos, entre los que debo destacar –por resultarme muy próximo- el de la investigación clínica y traslacional. Con frustración y tristeza, nos relató a un grupo de amigos aquella noche que entre los dolorosos recortes que afectaban a la sanidad catalana se estaba camuflando un proceso de privatización mediante el cual parte de los recursos que se aligeraban (disminución de personal, plantas vacías…) se iban compensando mediante la prestación de los servicios abandonados en centros privados concertados. No había en ello ganancia alguna para las arcas públicas: antes al contrario, por cuanto los servicios sanitarios que se prestan en estos últimos centros son probablemente más costosos que los ofrecidos originalmente en el hospital. Imposible por tanto atribuir en este caso al eterno ladrón español la responsabilidad de un mero trasvase de dinero desde manos públicas a manos privadas, sin reportar ningún beneficio claro en el proceso ni a la Generalitat, ni al Estado, ni a los ciudadanos. ¿Y la gente no se mueve? –pregunté-. Pues parece ser que no. Que la gente no se entera muy bien. Que la gente anda anestesiada con el tema de la soberanía, y que mientras se agitan las esteladas bien arriba, te la van colando doblada bien debajo. A mi vuelta de ese fin de semana leí en la prensa nacional la noticia de que la Comunidad de Madrid retiraba su propuesta de privatizar la gestión de la sanidad pública autonómica, girando su política hacia el entendimiento con el sector. Claramente, las múltiples e insistentes manifestaciones de una parte importante de la ciudadanía y su proyección en los tribunales habían cosechado sus frutos. Imposible evitar una comparación entre dos hechos tan próximos en su naturaleza y en el tiempo: era éste para mí un caso más, muy claro y muy cercano, que demostraba cuál debería ser la estela a seguir por la gente corriente (catalana, española o de donde fuere) para defender sus conquistas frente a los oportunistas que buscan beneficio en medio del lío, y por el contrario cuál es la estela ilusoria que dejan los fuegos fatuos.