sábado, 8 de febrero de 2014

Siguiendo la estela de la salud

Un viernes por la noche en el Pirineo, hace poco, conocí a un médico que trabaja actualmente en el Hospital Clínic de Barcelona. Una institución que, como otras muchas catalanas, está entre las pioneras de nuestro país en distintos ámbitos, entre los que debo destacar –por resultarme muy próximo- el de la investigación clínica y traslacional. Con frustración y tristeza, nos relató a un grupo de amigos aquella noche que entre los dolorosos recortes que afectaban a la sanidad catalana se estaba camuflando un proceso de privatización mediante el cual parte de los recursos que se aligeraban (disminución de personal, plantas vacías…) se iban compensando mediante la prestación de los servicios abandonados en centros privados concertados. No había en ello ganancia alguna para las arcas públicas: antes al contrario, por cuanto los servicios sanitarios que se prestan en estos últimos centros son probablemente más costosos que los ofrecidos originalmente en el hospital. Imposible por tanto atribuir en este caso al eterno ladrón español la responsabilidad de un mero trasvase de dinero desde manos públicas a manos privadas, sin reportar ningún beneficio claro en el proceso ni a la Generalitat, ni al Estado, ni a los ciudadanos. ¿Y la gente no se mueve? –pregunté-. Pues parece ser que no. Que la gente no se entera muy bien. Que la gente anda anestesiada con el tema de la soberanía, y que mientras se agitan las esteladas bien arriba, te la van colando doblada bien debajo. A mi vuelta de ese fin de semana leí en la prensa nacional la noticia de que la Comunidad de Madrid retiraba su propuesta de privatizar la gestión de la sanidad pública autonómica, girando su política hacia el entendimiento con el sector. Claramente, las múltiples e insistentes manifestaciones de una parte importante de la ciudadanía y su proyección en los tribunales habían cosechado sus frutos. Imposible evitar una comparación entre dos hechos tan próximos en su naturaleza y en el tiempo: era éste para mí un caso más, muy claro y muy cercano, que demostraba cuál debería ser la estela a seguir por la gente corriente (catalana, española o de donde fuere) para defender sus conquistas frente a los oportunistas que buscan beneficio en medio del lío, y por el contrario cuál es la estela ilusoria que dejan los fuegos fatuos.