Hay una rara mezcla de desesperanza y esperanza esta noche. De pasado, presente y futuro, y de día y de noche. Hay sabor a frontera. Y a ron.
Hay luces allá fuera, sombras acá dentro… pero espera…
Carmen dormita en el sofá mientras yo me voy evadiendo por un pequeño resquicio entre el salón y la cocina. Tengo de frente la mirada de un monstruo divino de Guillermo del Toro y por detrás me azuza el recuerdo de mi abuelo. Mi abuelo cocinero, entrando y saliendo de la cámara fría de Puerta de Moros, con las manos abiertas ofreciendo su obra admirable, y con los pulmones encharcados vaticinando su fin.
Puede que a veces duela, pero… ¡Qué bonito es vivir, y sentir, y recordar! Y tener al menos cinco minutos por delante.
sábado, 17 de febrero de 2018
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