sábado, 7 de mayo de 2016
Larga vida a mi Marula
Hace ya más de 40 años que le vendí una papeleta de rifa a mi abuela Pilar. Le tocó, cobró, y me dio inmediatamente el dinero necesario para que me pudiera comprar aquella guitarra que tanto deseaba. Gracias pues a la generosidad de mi abuela me fui ilusionado hasta el centro de Madrid y en La Tuna, una tienda cercana a Tirso de Molina que desafortunadamente ya no existe, encontré a quien llamaría Marula muy poco tiempo después, en honor a una de mis primeras pseudonovias con quien apenas compartí fluidos biológicos. Marula me ha acompañado desde entonces como una novia asombrosamente fiel, esta vez una novia real, sin prefijo. Durante este largo tiempo ha soportado 12 cambios de domicilio, los cuernos que le puse con una guitarra acústica de 12 cuerdas en los conciertos de mi grupo Resina, el abandono consecuente a mi largo desinterés por la interpretación musical… hasta que un dia, hace poco, la miré fijamente y me dije que no había justificación alguna para tanto desprecio. Así que la cogí con cariño del cuello y se la llevé a Mario, un simpático lutier segoviano con tienda en Usera para que la pusiera guapa.
El pasado miércoles fui a por ella con la ilusión de un novio en capilla, y las expectativas se cumplieron. Mario me la devolvió espléndida. Heridas cerradas, clavijero, puente, cejuela y selleta nuevos, tapa y diapasón limpios como patenas…. Y un sonido más claro aún que el del primer día.
No sé cómo he podido ser tan cabrón como para tener a Marula abandonada durante tantísimo tiempo. Es un misterio casi tan grande como el hecho de que permanezca aún pegada a la cabecera de su mástil la tira original de DYMO con su nombre. Pero así es y lo mínimo que puedo hacer ahora es prometerle fidelidad por el resto de nuestras vidas, aunque viéndola tan requetechula esto no tenga ningún mérito…. ¡Larga vida a mi Marula!
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